La Sagrada Familia (II)

Ayer 19 de febrero se infiltró un miqui entre los panelistas de la «Comisión Cubano-Americana por los Derechos Familiares», que sesionaba como si fuera un caucus del Partido Demócrata echándole con el rayo a los congresistas cubano-americanos: no se salvó ni Bob Menéndez. Francisco Aruca arengó al auditorio de poco más de cien de cabezas plagadas de canas: «Hay que buscar la manera de que al menos uno de estos congresistas pierda». Así se enviaría a Washington el mensaje de que los derechistas ya no tienen la misma influencia aquí y con ello «esa industria tenebrosa se desploma». Lillian Manzor hizo un recuento de las restricciones a los intercambios «pueblo a pueblo» y demostró que, como académica, se limita a dar los hechos a sus alumnos para que saquen sus propias conclusiones. Al cierre de su intervención, Manzor dijo: «Necesitamos votar de forma diferente, para sacarlos [a los republicanos] de la Casa Blanca». Lo mejor llegó con Edmundo García, alias Inmundo por su afición a las drogas, la venta ilegal de cuadros y los bretes personales, quien dejó más enano que nunca a Aruca. Lo recibieron con una tromba de aplausos y alguien gritó: «Demuestra lo que no te dejó hacer la derecha». Inmundo comenzó disculpándose por no haber estado a tiempo en el panel: «Hace apenas dos horas acabo de que llegar de La Habana» (OVACIÓN). Sin aclarar qué se había fumado allá y sin poder hablar en inglés, como los panelistas precedentes, Inmundo principió comparando a los congresistas republicanos del sur de la Florida con Tomás Estrada Palma, deslizó sus habituales faltas gramaticales (por ejemplo: pristina en vez de prístina) mientras daba golpecitos en la mesa. Inmundo se jactó de que Joe García era su amigo, se deshizo en elogios a Aruca («No dice mentiras; uno se entera de lo que otros no dicen») y lanzó el guante del desafío a la asistente de Lincoln Díaz-Balart: «Soy testigo de que en los pasillos de las emisoras, los asistentes de los congresistas decían que las medidas tomadas por la administración Bush en 2004 tenían como objetivo sacar del aire al programa de Aruca. Yo mismo vi brindis de satisfacción entre ellos. ¡Que me desmienta Ana Carbonell!». Incluso adelantó la hipótesis de que si gana McCain y los congresistas cubano-americanos de la Florida pierden, aquel podría nombrar a uno de estos como secretario de Estado. Aquí terció la presidenta de la Comisión, Silvia Wilhem: «No veo un papel para ellos en la administración MacCain». El otro momento de disenso sobrevino cuando la activista seudo-sicóloga Marlene Arzola dijo que su hijo era un «Pedro Pan a la inversa», porque solo puede visitar a su abuela en Cuba cada tres años. Uno de los acólitos de Max Lesnik se levantó ofendido para marcar la diferencia: «Yo mismo fui Pedro Pan. Su hijo la tiene a usted y no está solo aquí con una muda de ropa». El sargento Carlos Lazo agradeció a los presentes «la valentía en esta ciudad de presentarse y defender esta causa», tras olvidar que todos los medios de comunicación de Miami le abrieron sus puertas cuando vino a contar su historia de hijos que no podía visitar en Cuba. Una tal Raiza Fernández celebró así que Lazo viviera en el estado de Washington: «Allá se puede poner la camiseta del Che». Luego narró entre suspiros un melodrama que nadie entendió: sus padres murieron (aquí, junto a ella), querían que sus cenizas fueran llevadas al mar «y para mí el mar es Cuba», adónde llevó las cenizas en el 2005 sin tener «problemas aquí ni allá». Nadie atinó a preguntar dónde estaba el trauma.

Ilustración: En el sentido de las manecillas del reloj Lazo, Aruca, Inmundo, Manzor y Wilhelm.