El mismo día que Bush lanzó en la sede del Departamento de Estado «iniciativas» que se materializarían ya solo con aprobación de Castro, Enrique Patterson propuso en la sede del Canal 41 de Miami, con mucho más originalidad, la creación del «Comité por la Liberación de los Cinco» para pedirle a Washington que se compadezca de los espías penitentes de la Red Avispa por esta sencilla razón: Castro los embarcó. Las cuerdas del drama indican que así fue. Castro mismo dijo que el FBI dio con la red por las informaciones que sus miembros enviaban a Cuba sobre grupos «terroristas» en el sur de la Florida, y que Cuba transfería al FBI para desarticularlos. Hasta las putas de la contrainteligencia saben que el general Jesús Bermúdez Cutiño manejó mal las operaciones de la red y ordenó la peligrosa misión de espiar al Comando Sur. Ahora Castro quiere pasar gato infiltrado por liebre espía, como si un Estado tuviera la prerrogativa de meter a sus agentes en otro para husmear en lo que considere pertinente. El Comandante jura que sus infiltrados-no-espías distaban de buscar información militar, como si no hubiera colado a Ana Belén Montes en el corazón del Pentágono y nunca hubiera esgrimido la amenaza militar de los Estados Unidos como argumento. No hay entrenamiento que permita a los agentes de Castro abstenerse de espiar dentro de los Estados Unidos, si desde chiquito inculcan que ése es el enemigo del resto del mundo. Por algo Antonio Guerrero pretendía obtener información de instalaciones militares en Texas, donde no hay atisbo de «mafia terrorista de Miami».
Foto: De Cuba
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