Fiodor Burlatski, consejero de Nikita Jruschov, atestigua que a éste se le ocurrió desplegar misiles en Cuba mucho antes de Girón, cuando el mariscal Rodión Malinovski le comentó que los cohetes americanos en Turquía tardarían diez minutos en caer sobre Moscú.
Castro acabó por aceptar que instalaran en secreto los cohetes dentro de Cuba, como si los americanos no fueran a detectarlos más tarde o más temprano. Así se aventuró a correr el riesgo de la desaparición física de la nación cubana.
No podía ser menos. La revolución «cubana» ha sido definitivamente SU revolución, que como había dicho a un reportero de Bohemia en mayo de 1959 «será una realidad, o dejará de existir la isla de Cuba con todos sus habitantes».
Según Diez Acosta, Castro y Jruschov no pusieron en peligro la paz mundial. Fue JFK, por anunciar medidas de cuarentena contra Cuba. Y Jruschov habría cometido el error estratégico de acordar con Kennedy la retirada de los misiles sin consultar a Castro.
Lo cierto es que Jruschov se espantó con la carta fechada por Castro el 25 de octubre de 1962. Diez Acosta dice que fue «erróneamente interpretada por la dirección soviética como exhortación al primer golpe nuclear». Hágase usted su propia idea:
«[Si] los imperialistas invaden Cuba con la meta de ocuparla, el peligro que la política agresiva propone para la humanidad es tan grande, que siguiendo ese evento, la Unión Soviética nunca debe permitir las circunstancias en que los imperialistas puedan lanzar el primer ataque nuclear (…) Si ellos en realidad llevan a cabo el acto brutal de invadir Cuba, en violación de la ley internacional y la moralidad, este sería el momento para eliminar tal peligro para siempre a través de un acto de legítima clara defensa, no obstante lo fuerte y terrible que sea la solución».
Nikita se ganó entre cubanos el motete de mariquita por haber retirado los misiles de la Isla, pero Castro merece otro más fuerte por haberle dictado a Cuba entera la perspectiva de aniquilación nuclear en solidaridad combativa con aliados que, a la postre, terminaron confesando a principios de los ochenta: «No podemos luchar en Cuba (…) ¿Vamos a ir allá a que nos partan la cara?». Ya lo dijo Ramón Fernández Larrea: Morir por la patria no es vivir/ Es morir por la patria. No se puede ir más allá de la vida.
Ilustración: Julio Larraz, Operaciones navales (1998)
4 comentarios:
Mi prima siempre se resistió a ir a los ejercicios en caso de una agresión aérea. Ella decía, que esos bunkers bajo tierra que habían construdído, era para meter a todo el Mundo y si perdían la guerra matarlos a todos. No decía NOsferatu "Socialismo o MUERTE?"
Esos "bunkers" eran y son bobería. Los yankees tiene bombas, que han usado tanto en Iraq como en Afganistan, capaces de penetrar hasta cinco pisos de profundidad. Hay un montón de bombas, no tan potentes, que sirven para acabar con cualquier bunker. Mucho más los de Cuba. Era todo parte de la guerra psicológica de Fidel de mantener a todo el mundo en ascuas. El sabía bien que no tenía que preocuparse por ninguna invasión.
Bueno, la última invasión que se preparó fue justamente la de 1962. Después no se ha visto a ningún marine en zafarranco de combate por Cayo Hueso.
Los yankees tienen un mejor plan que las bombas para superar el obstáculos de los túneles castristas. Ponen en la entrada a un marine con una nevera llena de cerveza y Coca Cola, junto a un barbiquiú bien surtido, y el olorcito hará salir a todos uno a uno.
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